lunes, 21 de enero de 2013

¿Qué pensar y qué hacer en casos como estos?
No sé si la gente se está alejando o se están ampliando. En un pequeño rincón de mí siento una sensación extraña, no lo logro descifrar qué es, pero me incomoda. Ya nada es como antes, todo es indiferente y más aún, ya nada me importa. Siento que las cosas deberían llamar mi atención, pero a la vez siento que aunque me interesaran, no me acercaría a ellas.
No entiendo lo que me pasa, no sé si será algo pasajero pero lo único que sé es que me está agradando pasar inadvertida y que todo sea potencialmente invisible para mí. Quizás en algún momento esto me perjudique, pero ahora mismo, en esta etapa tan de mierda de la vida, me alivia un poco.
Me siento decepcionada de mi misma, siento que podría estar mejor, que podría no temerle a nada y le temo a todo. Siento que podría estar con quienes más quiero, pero ellos no quieren estar conmigo. Siento que debería irme luego de aquí, pero no tengo los medios. Siento que debería aprovechar más mi amistad, pero no sé como acentuarlo. Ya perdí la fé en varias personas, incluso en mi misma, pero hay más personas que no son como todos y, casualmente, están tan cerca. Yo misma me limito, yo soy la causa de mi infelicidad. Alejo a las personas como se alejan las palomas, es como que si algo me dijera que debo estar sola y no lo quiero. Nunca entenderé por qué hago estas cosas, nunca entenderé mi propósito aquí. Espero que la línea que me tiene atada aquí sea la respuesta a mis preguntas.
Haribol.

jueves, 3 de enero de 2013

-¿Un té? -preguntó la pecosa y colorina mujer del vestido verde, tratando a toda costa de iniciar una conversación lo más normal posible.
-Claro, de menta por favor -siempre pedía de menta. ¿Para qué preguntó si sabe que esa siempre ha sido su elección? Después de un silencio incómodo en el cual sólo sonaba el agua cayendo de la tetera hervida, la mujer del vestido verde intentaba descifrar en qué pensaba, qué haría después pero por sobretodo ¿a qué vino?
-Hace tiempo que no te veía por aquí. ¿A quién buscas?
-A nadie, me gusta ver el agua cayendo, me gusta el ruido de esta taza, me gusta la dulzura con que presentas tu odio hacia mi.
-No creas que te odio, tan sólo no te aprecio. Vuelve en dos horas y veremos cuánto aguantas aquí.
-Me quedo aquí hasta el final, no lo dudes.
-¿Para siempre? -preguntó la mujer.
-Por siempre.